martes, marzo 16, 2004
Los Tres Reyes Malos
Hay mañana...
Y el mañana toma un color oliva como tantas veces...
Allá, desde lo alto de la montaña, las fuerzas se asumen en roles falsamente protectores de las especies, como siempre.
Esas especies que, sin ayuda ninguna, hacen de la marcha de su vida un conjunto de sones, a veces melódicos, otras desacompasados, a veces susurrantes, otras estridentes, a veces concordantes, otras diferentes...
En aquella triste ciudad de falsos dioses, uno de ellos ha perdido su supuesta inmortalidad.
El hombre de los zapatos, arrastrando una valija desbordante de sueños y esperanzas tomará su lugar.
El Rey Burro hecho verbo (es llamativo que su opuesto represente “dar educación”) no se resignará, permanece agazapado ansiando el regreso al trono, pero ya no está...
El sol no ha salido por ello, el Rey Arbusto montado en su soberbia azabache, despreciando de manera diabólica la vida; y su mano derecha el Rey Pirata, el espectro de la mentira; mantienen el cielo sumergido en la penumbra, pero un destello estelar se ha colado...
Y nosotros los seres tan alejados, los que recibimos el luto que ellos imponen, nos apropiamos de esa chispa de luz y la abrazamos y nos dejamos abrigar por ella y le ofrecemos el rostro para que nos encandile y nos vuelva a colorear.
Aunque tantas veces, tantos nuevos reyes, nos hayan devuelto un sopapo a cambio...
Será que nuestro corazón late, será que poseemos ríos internos de sangre caliente, será que tenemos ganas de erguirnos cada vez que nos aplastan, o será que, simplemente somos ingenuos y nos gusta figurarnos un rato de felicidad.
Que nadie nos podrá quitar....hasta la próxima trompada.
Quizás, lo que no entienden, es que al final los inmortales somos nosotros... cuando gritamos a coro.
Y el mañana toma un color oliva como tantas veces...
Allá, desde lo alto de la montaña, las fuerzas se asumen en roles falsamente protectores de las especies, como siempre.
Esas especies que, sin ayuda ninguna, hacen de la marcha de su vida un conjunto de sones, a veces melódicos, otras desacompasados, a veces susurrantes, otras estridentes, a veces concordantes, otras diferentes...
En aquella triste ciudad de falsos dioses, uno de ellos ha perdido su supuesta inmortalidad.
El hombre de los zapatos, arrastrando una valija desbordante de sueños y esperanzas tomará su lugar.
El Rey Burro hecho verbo (es llamativo que su opuesto represente “dar educación”) no se resignará, permanece agazapado ansiando el regreso al trono, pero ya no está...
El sol no ha salido por ello, el Rey Arbusto montado en su soberbia azabache, despreciando de manera diabólica la vida; y su mano derecha el Rey Pirata, el espectro de la mentira; mantienen el cielo sumergido en la penumbra, pero un destello estelar se ha colado...
Y nosotros los seres tan alejados, los que recibimos el luto que ellos imponen, nos apropiamos de esa chispa de luz y la abrazamos y nos dejamos abrigar por ella y le ofrecemos el rostro para que nos encandile y nos vuelva a colorear.
Aunque tantas veces, tantos nuevos reyes, nos hayan devuelto un sopapo a cambio...
Será que nuestro corazón late, será que poseemos ríos internos de sangre caliente, será que tenemos ganas de erguirnos cada vez que nos aplastan, o será que, simplemente somos ingenuos y nos gusta figurarnos un rato de felicidad.
Que nadie nos podrá quitar....hasta la próxima trompada.
Quizás, lo que no entienden, es que al final los inmortales somos nosotros... cuando gritamos a coro.
Escrito por Faivel 12:01 a. m.
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