viernes, julio 30, 2004

El pergamino
 

La cena estaba llegando a su fin y no teníamos novedad alguna acerca de Val, a mi alrededor conocidos de solo un momento no podían darme respuestas y ese rey que me había invitado a compartir la mesa seguía distante y no se dignaba a acercar como para darme la excusa de una pregunta.

Las vírgenes devoraban unos postres de crema y yo revoleaba la cabeza de un lado a otro buscando una mirada conocida, un motivo, una adivinanza evidente en ningún lugar.

Allá lejos, en una mesa apartada, estaban la jardinera y el cocinero de palacio pero no me pareció oportuno levantarme de mi sitio, además se mostraban muy ocupados en que las cuestiones relacionadas con la cena y los invitados no provocaran inconveniente alguno y, con excepción del entredicho entre el joven bardo y la dama, así había sido.

Hay momentos en los que uno se siente envuelto en una burbuja invisible y tiene la sensación que los demás desconocen su existencia, del mismo modo ellos también son ignorados, sus voces se escuchan como algo lejano, distorsionadas, incomprensibles y los movimientos alrededor se presentan cortados en fragmentos discontinuos. Éste era uno de esos.

De a poco los comensales comenzaron a retirarse, no daba para mas, debíamos seguir el mismo camino y la falta de noticias parecía ya una burla. De pronto, una joven y exhuberante mujer se acercó a mi, sacó de entre sus ropas un rollo de papel y me lo ofreció.

- El Rey desea que no lo lea hasta que se haya retirado del castillo - señaló la doncella con voz baja, casi susurrando.

La miré desconcertado y recién volviendo de ese mundo de abstracción en el que estaba envuelto extendí mi mano y tomé el mensaje escrito.

- Además me dijo el rey que le pidiera disculpas en su nombre, puesto que pensaba conversar con Uds. pero sus obligaciones no se lo permitieron, mañana debe marchar hasta la ciudad de Arocatib, es por eso que le solicita que a su regreso, en aproximadamente dos semanas, se encuentre con él.

Sin esperar respuesta se marchó suavemente como había llegado. La Señora del Cofre callada tenía los ojos clavados en mí, yo conozco esa mirada y adivino que está ahí desde el mismo momento en que la joven se acercó.

Le expliqué brevemente lo sucedido y nos fuimos cargando a las vírgenes en brazos que, agotadas de tan largo día,  habían cedido al sueño un rato antes. Busqué una mirada final del Rey, pero no la encontré.

En la habitación de la posada de Eryor, luego de arropar y acostar a las vírgenes, abrí el pergamino junto a la Señora del Cofre rompiendo el sello real.

Val, como Ud la ha llamado no ha sufrido ningún daño, está bien, pero ya no se encuentra en este reino.
Detrás de ella se esconden historias muy antiguas, que a su tiempo las podrá conocer, sólo que deseo ser yo quien se las pueda relatar.
Por motivos que no he de mencionarle ahora, no la podrá ver, sin embargo ella lo encontrará, para su sorpresa y supongo que agrado. Ella ya no será una ardilla cuando la vuelva a ver.
Aprecio mucho lo que ha hecho y será recompensado por ello. Espero que entienda la imposibilidad de transmitirle las verdades en este momento, crea que no es mi elección ni mi agrado y entiendo que tampoco el suyo.
Pronto nos veremos y podré expresarle mi beneplácito mas cálidamente.
Lo saludo y vuelvo a apelar a su paciencia.
Hasta pronto.
El Rey
 
Como si fuera un papel circular lo leía y releía varias veces. Y entendí que la única alternativa era esperar por esas semanas y ese encuentro.

Aprovecharía ese tiempo para resolver mi camino e intentar llegar a la montaña que me esperaba con otras respuestas.

Escrito por Faivel 12:34 a. m.
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viernes, julio 23, 2004

La Cena
 

Como una visión espejada, la misma figura geométrica se repetía en cada espacio palaciego. Los rombos y las cruces se hacían habituales y yo me preguntaba qué significado tendrían.

El Salón de los Escudos repetía el mismo diseño y en el interior cuatro pesadas mesas de madera oscura se alineaban diagonalmente hacia el centro, donde una mesa redonda de madera mas clara mostraba los manjares que pronto serían atacados mas o menos delicadamente.

Éste espacio del palacio contaba historias, hablaba de guerras viejas, de luchas pasadas y sepultadas pero no por ello olvidadas. Sus paredes se vestían de armas ordenadas cronológicamente que llevaban desde un lejano pasado rudimentario hasta presentes de modernos y brillantes instrumentos de guerra.

El orden y el cuidado seguían imperando al igual que en todos los lugares visitados; llegamos al salón acompañados por el guardia y al momento una mujer amablemente nos indicó donde nos debíamos sentar.

El Rey llegó poco después y se acomodó en una de las esquinas, bastante alejado de nosotros. Los platos comenzaron a moverse hacia los comensales en un desfile singular de cortesanos que se movían con agilidad y rapidez.

Observar la carne asada de diferentes animales frente a nosotros y sentir su olor hacían casi empezar a degustarla, pero había que esperar que el Rey diera la orden, lo cual no iba a suceder hasta que todas las mesas estuvieran provistas. La boca ya se había humedecido de deseo cuando el monarca hizo el gesto esperado.

A mitad de la cena, mientras la mesa circular era vaciada de restos y vuelta a llenar con nuevos y exquisitos platos siempre al ritmo que imponía con gestos el Cocinero Yioja, un bardo  recorría las mesas deteniéndose donde hubiera jóvenes mujeres para dedicarles unos versos.

Joven, simpático y algo insolente resultaba muy gracioso para las damas del lugar y ocasionaba algún que otro ceño fruncido en los caballeros que las acompañaban, pero, sin duda, era un atractivo personaje en la velada.

Estaba observando las andanzas de éste músico poeta cuando Ilul, con la poca fortuna  de movimientos que heredó del padre, volteó su copa la que, luego de derramar todo su contenido en la mesa, buscó un camino de astillas en el suelo en compañía de otras dos que siguieron su aventura.

En esos momentos uno suele pensar que todo el mundo está pendiente de la torpeza, de modo que con la cara hirviendo nos pusimos a levantar los vidrios del suelo. La mujer que nos había indicado el lugar donde sentarnos se presentó inmediatamente e impidió que siguiéramos con la tarea, haciéndola suya.

De repente comenzaron a tronar gritos salvajes de una mujer que insultaba al bardo de formas imaginables e impensadas. El muchacho no mostraba ningún interés en calmarla, en cambio le dedicaba nuevos versos irónicos que alimentaban la furia descontrolada de esta mujer.

- Tranquilizate Pía - le decía la señora mayor que tenía a su lado -

Pero ella no tenía ganas de oír y levantaba el tono de su voz como si quisiera que se enterasen desde afuera del castillo.
 Llegó la orden del Rey y Brian, el Toro Poeta, tuvo que retirarse no sin antes dedicarle un último juego de frases que provocaron la disfonía de la intolerante joven que seguía gritándole aunque la voz no le respondiera.

Escrito por Faivel 1:09 a. m.
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miércoles, julio 14, 2004

La titiritera de cabellos de oro
 

Es la primera en cruzar la puerta de la habitación rumbo al Salón de los Escudos, como siempre, todo lo que la entusiasma la tendrá en la primera línea sin mirar hacia atrás. Es dulce, suave y fresca como el olor a lluvia en otoño y me tiene atado como si el oro en cascada que se derrama en su pelo enrulado estuviera ligado a mis sentimientos, a mis sensaciones.

Ya ni me acuerdo cuando empezó a hablar, hasta creería que me saludó presentándose al momento de la concepción, pero no se detuvo jamás (a veces ni en la madrugada). Ella sabe...

Ella tiene en cada uno de sus pequeños dedos regordetes un hilo invisible que usa impiadosamente para digitar cada uno de los movimientos a su alrededor. Con uno desatará una sonrisa envuelta de picardía para conmover invariablemente a quien se encuentre alumbrado por ella, con otro encenderá una frase desopilante que obligará a la carcajada en el medio de un enojo, con otro soltará uno de esos besos carnosos y sigilosos que sin esperarse buscarán refugio en mi frente, en mi mejilla, en mi boca...

Cualquier cosa que esté a su alcance servirá para comenzar a dibujar, para ofrecer regalos garabateados que resultan mágicos y a veces indescifrables si no se miran con ojos de niño, no importa si no hay lugar, siempre estará a mano una pared, una puerta, un enojo...

Recorrer los caminos que Adaug ha transitado nos ofrecerá montoncitos cuidadosamente escondidos con montañas de tesoros que otros han despreciado, ella ve más...

Ella sabe que sus dedos de titiritera lo dominan todo, ella tiene un incansable alarido, que terminará por convencer y cuando falla, que en realidad pocas veces ocurre, usa su último dedo (aunque tiene mas, esperando su necesidad), se acerca y dice "porfi papi" y entonces, como siempre habrá ganado.

La traviesa, la pícara, la divertida, la cariñosa, la graciosa, la que siempre quiere divertirse.

Adaug llega primero, llega antes, llega siempre, con el sólo esfuerzo de mover un dedo.

Feliz Cumple Guada!!!

Escrito por Faivel 3:13 p. m.
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lunes, julio 05, 2004

Es tiempo de visitar El Valle que quiere ser poema en La Sala De Al Lado

Salú.

Escrito por Faivel 1:29 a. m.
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