lunes, mayo 31, 2004

La Plaza Mágica
 

Los pasos cansados y entusiasmados al mismo tiempo nos acercaban al espacio de los juglares. Cuatro jóvenes se habían apoderado de la música en este momento, uno de ellos corpulento y con un cabello oscuro, tan enrulado que el agua cayendo sobre él no podría atravesarlo, se escondía detrás de un montón de tambores bien dispuestos y jugueteaba con ellos tocándolos un poco con suavidad y otro con furia transformando caricias en golpes como un marido rústico.

Delante del retumbante moro, un joven, el mas pequeño de todos, mostraba un rostro todavía adolescente oculto casi con vergüenza de niño entre sus largos cabellos ondulados que flotaban en el viento sin control; en sus manos un arpa de cuatro cuerdas quería enredarle los dedos que salían victoriosos generando melodías inimaginables y, especialmente, inigualables.

A su lado, un hombre ya mas curtido cuyo semblante señalaba que el paso del tiempo se había quedado descansando en una grieta de su rostro, tenía un cabello que alternaba los tonos opacos de la paja con los dorados brillantes del reflejo del sol en el agua. Éste acariciaba constantemente un instrumento parecido al del muchacho anterior pero que constaba de seis cuerdas, y lo hacía con la misma soberbia que aquel.

Entre ellos, que formaban un cuerpo casi perfecto, latía un corazón de bigote multicolor y piel arrancada que con la suavidad y la justeza de un orfebre seducía con sus manos unas teclas que hacían pensar que las nubes del atardecer descendían para abrigarnos, con rayos incluidos que se soltaban furiosamente sin desentonar.

Ya estábamos llegando a ellos cuando éste hombre abrió su boca simplemente para decir

A simple vista puedes ver
como borrachos en la esquina de algún tango
a los jóvenes de ayer.


Fue en ese momento que la magia se despertó y empezó a jugar de un modo extraño desplegando lazos invisibles que unían a los que estábamos viendo, oyendo o sintiendo. Todo lo que sucedió desde allí no podría contarlo como cierto sin embargo vive en mi recuerdo como un reflejo de una realidad que se ataba a mi y de algún modo me explicaba razones perdidas acerca de encuentros.

Empilchan bien, usan tupé
se besan todo el tiempo y lloran el pasado
como vieja en matinee.


Yo los seguía escuchando y veía en ese instante que, aunque la noche no había llegado con toda su fuerza, la princesa de los sueños apoyaba su cabeza romántica sobre los hombros de un gusano que estaba queriendo comprender lo que los juglares decían. Mas cerca, entre la gente, la Sacerdotisa de la Luna, aquella que había visto alguna vez en el mar que me trajo hasta Golbew, se deshacía en un beso apasionado con un señor desconocido de cabellos blancos que no podía ocultar el brillo de sus ojos emocionados.

Míralos, míralos, están tramando algo.
Pícaros, pícaros, quizás pretenden entender.
Cuídalos, cuídalos, son como inofensivos.
... son nuestros nuevos Dorian Grey.


Un hombre de rostro adusto intentaba mantenerse distante pero miraba con esas ganas de recordar todo mientras una pequeña rata blanca corría por sus hombros haciéndole mimos con las suaves caricias de su pelaje que se enredaban en la abundante barba del caballero.

No era su tiempo, pero la protegida del sol se había dado cita y con sus ojos cerrados se balanceaba suavemente al ritmo de la música, soñando con esos amaneceres que la tienen como protagonista y robándose los últimos rayos de su sol entre sonrisas.

En un remise en SADAIC
con sus bronceados de domingos familiares
y sus caras de kermesse


Una lluvia de pétalos inundó mi cabeza y yo supe que ese aroma venía desde aquellas flores que siempre quieren volver y que no pierden un momento para seguir estando.

Gustaf, el cocinero real, cantaba a coro con el flaco Inth Eryor abrazados cada uno con un espumante jarro de cerveza en la mano que no dudaba en derramarse, sin llegar al suelo.

Grandes valores de ayer,
serán los jóvenes de siempre
los eternos
los que salen por T.V.


Hasta el obeso Hegóh había venido a jugar, aunque quizás estuviera mas distante. Cerca de él creí ver a la mujer de rostro oculto con la que me había tropezado el día anterior en la entrada de la posada. No eran los únicos, no, muchos mas se hacían oír para acompañar la magia, sin embargo todavía no han podido ser encontrados en los caminos.

El final me atrapó abrazado con la Señora del Cofre, sumándome al murmullo general y en algún momento creí que todos estábamos juntos unidos por esa maraña de hilos invisibles que había encontrado su razón de ser. Las Vírgenes habían quedado bajo la protección de la mujer que nunca será mujer, pero eso, es otra historia.

A los jóvenes de ayer (para escuchar)

Escrito por Faivel 3:03 a. m.
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miércoles, mayo 26, 2004

Nuevamente en la plaza
 

La Plaza Central de Golbew se veía plena de gente que disfrutaba de las distintas actividades que se ofrecían en honor del nacimiento de la hija de la ninfa.

En una esquina del rombo, enormes hornos de piedra eran el escenario de la danza que las llamas majestuosas ensayaban con el ritmo inconstante del crepitar de los gruesos troncos. Las distintas comidas esperaban pacientes su pronta visita al calor del fuego para cocerse tan lento o tan rápido como hiciera falta.

Cerca de la improvisada cocina enormes toneles de cerveza trabajaban incansablemente para saciar la sed de una plaza ya colmada que no imagina cómo podrá contener a los pobladores y visitantes que siguen llegando como si el camino de los bueyes fuera un volcán en constante erupción. Ver los jarros con el dorado líquido removió la resaca que pocas horas tenía de antigüedad pero que, con los sucesos recientes pareciera de otro siglo.

Dejar de pensar en Val era imposible, pero no era algo que pudiéramos resolver en este momento, de modo que sin estar demasiado convencidos optamos por hacer caso de las palabras del redondo Gustaf y disfrutar la fiesta que ésta plaza nos ofrecía hasta que fuera el momento de ir hacia el palacio, en donde tantas respuestas nos estarían esperando.

Una mezcla de bufones y acróbatas hizo que las Vírgenes corrieran para verlos, mezclaban gracia con saltos impracticables que eran el deleite de todos los pequeños del lugar; no eran de estas tierras, los rostros eran mas oscuros y sus lenguas eran extrañas, pero su actividad física les bastaba para entretener a todos sin que necesitaran otra forma de comunicarse. ?Espero que a las nenas no se les ocurra pedirme imitaciones de esta gente? pensé para mis adentros conociendo a mis hijas y, especialmente, asumiendo interiormente mis incapacidades artísticas y acrobáticas (las dos en alto grado).

Un poco mas lejos se oían los cantos de los juglares que contaban historias envueltas de una música contagiosa, vivaz, en algunos momentos, y romántica, dulce, en otros. Desde que los empecé a escuchar casi adivinándolos por su lejanía tuve una gran atracción por ellos, pero había que esperar que las acrobacias terminaran o los gritos enojados de Ilul y Adaug iban a sonar mas fuerte que las voces de esos relatores musicales.

Un buen rato después, monedas mediante, las gracias infantiles terminaron y enderezamos el rumbo hacia donde la música invitaba sin saber que estábamos entrando a un momento mágico donde imágenes, sonidos y recuerdos iban a acariciar la melancolía del paso del tiempo invitándolo a desaparecer o al menos a jugar a la escondida por un rato.

Escrito por Faivel 1:11 a. m.
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domingo, mayo 16, 2004

Historia de las tribus
 

Mientras caminábamos hacia la plaza central de Golbew y el piso de laja volvía a acariciar nuestros pies, descubrí dos personas conversando acerca de una vieja leyenda que se trasladó de boca en boca y de generación en generación cruzando las fronteras del tiempo como si éste nunca hubiera existido.

Yo conocía esa historia, como una hoja seca en otoño se había deslizado hasta mis pies alguna vez y del mismo modo se había perdido con otras brisas que la alejaron de mi memoria.

En aquel tiempo no existían las ciudades, los pueblos se trasladaban de un lado a otro según su estómago lo ordenara o cuando el frío se presentaba intempestivamente sin ser invitado determinando que el lugar habitado ya no era propicio. Las tribus no tenían líderes formales y el orden, bastante escaso, se fundamentaba en el respeto y el clamor popular. Allí, quien no transitara por las mismas huellas que los otros era apartado del grupo, expulsado.

Había una mujer, cuyas pretensiones eran mucho mas elevadas que sus dones, su soberbia sin embargo no había sido aún objeto de castigo alguno. Sin embargo el recelo hacia ella crecía como una infección incurable.

No se sabe si hubo un hecho particular que fuera desencadenante pero esta joven fue abordada por una cantidad no precisada de seres de distintas edades, que aprovecharon uno de esos momentos en donde la oscuridad se conjuga con el silencio para engendrar terror y resultó abusada de toda forma imaginable, siempre que esa imaginación sea capaz de volar muy alto.

La mañana siguiente no encontró pena en la joven, su rostro mostraba una pequeña sonrisa que se mezclaba entre las profundas ojeras grises que la noche le había dejado. No fue un secreto, la noticia no esperó siquiera que el sol se volviera a esconder para acomodarse en los oídos de todos los integrantes de la tribu. Incluido, claro está, el padre de la mancillada mujer.

La vergüenza de este padre caía pesadamente en su cuello obligándolo a mirar el piso. Con su pena a cuestas, se encontró con el brujo de ojos saltones y cabellos largos y grises que se compadeció del buen hombre y le pidió que lo visitase al alba acompañado por la pequeña de sonrisa latente.

Esa noche se vistió de un negro profundo, una ceguera que solo quebraba el brillo de las lágrimas de un insomne padre que en ese día había transitado mas años de los que hasta aquí podía contar y la sonrisa de una joven que descansaba plácidamente.

La visita del día descubrió, en las afueras del asentamiento tribal, al padre con su hija de la mano viendo como el brujo revolvía un caldero en el que rebosaba una sustancia blanca viscosa con un olor pestilente que espantaba cualquier alegría que quisiese pasar por el lugar, con excepción, claro está, de la sonrisa de la joven. Junto al caldero una jarra con un espeso líquido de color rojo oscuro esperaba su turno.

No hubo explicaciones, sin palabras el brujo tomó a la joven de un brazo y la invitó a sumergirse completamente en la hedionda sustancia; ella, ante la dura mirada de su padre acató sin preguntas y entre arcadas casi epilépticas siguió las sugerencias del brujo. Cuando ya se hubo concretado la inmersión el brujo tomó la jarra de sangre y vertió sobre ella hasta la última gota.

El resultado de la magia no fue el esperado, el vomitivo olor jamás desapareció de su cuerpo y al poco tiempo la joven huyó de la tribu y se ocultó lejos de los lugares donde pueblos se asentaban. En realidad, no estaba sola, en su interior llevaba el producto de aquella noche muda.

Tiempo después, dio a luz a seis seres, tres niños y tres niñas, los cuales tenían su cuerpo cubierto de ese líquido blanco, su hedor y la marca de la sangre. Ante la imposibilidad de poder mezclarse con otros seres se multiplicaron entre ellos generando deformidades indescriptibles, llamativamente su fecundidad era sumamente prolífica y generaron la raza del desprecio, que todavía sigue oculta, que genera vergüenza y causa repulsión.

Los seres de esa raza mancillada, nauseabunda, con sus inmundas túnicas blancas y sus marcas de sangre; que elevan su orgullo desde la ignorancia son llamados...

"LAS GALLINAS PUTAS" (y la reputa madre que los remil parió).

QUE ASCO!!!

Escrito por Faivel 11:53 p. m.
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jueves, mayo 13, 2004

El Cocinero Real
 

- Compañero ? dijo el flaco Eryor con voz amigable ? este es el Cocinero Real, un viejo conocido mío ? y agregó inmediatamente ? su nombre es Gustaf Yioja.

El cocinero era un hombre joven, retacón cuyas piernas formaban un óvalo casi perfecto; sus caderas eran anchas y su panza redondeada sugería el placer del buen comer ya que el resto de su cuerpo no mostraba rasgos obesos; sus mejillas en cambio se veían tan llenas que la piel amenazaba romperse ante cada sonrisa que, por cierto, ofrecía en todo momento. Su cabello era corto y tenía el color de las hojas secas en otoño haciendo juego con dos pequeños ojos del mismo tono.

Las presentaciones en este momento poco me importaban pero la mano extendida del cocinero me obligó a devolverle el saludo.

- Buenas tardes ? dije casi para adentro ? soy Elas, el caminante.

- Serán buenas sin duda ? contestó sonriente el cocinero Yioja, haciendo que su voz se escuchara claramente ? el amigo Inth me ha contado su pesar por la ardilla. No tiene ya de que preocuparse, pero no puedo decirle mas que eso ? aclaró firmemente.

El renacer de la esperanza, debió ser suficiente para mi, pero la intriga que sus palabras generaban me invitó a decirle inmediatamente

- No entiendo ? y pregunté a continuación - ¿donde está la ardilla?

- Le dije, estimado Elas que no puedo darle mas detalles, tan sólo le pido que confíe en mi cuando le digo que abandone las preocupaciones.

Quedé pensativo, no me conformaba la respuesta aunque me alegrara la tranquilidad que intentaba transmitirme la regordeta figura que tenía ante mi. Las palabras que siguieron, aumentaron mi intriga hasta un extremo insospechable.

- Tengo el agrado de informarle que está Ud., junto con su familia, invitado a compartir la mesa del Rey en la cena por la finalización de los agasajos que se celebran en éste día en honor al nacimiento de la Hija de la Ninfa ?

No contesté, estaba sorprendido, con los ojos chiquitos y los párpados tan abiertos que si no fuera por las pestañas hubiera parecido que no existían. Gustaf agregó:

- Vaya, dele las noticias a su familia y disfruten de las celebraciones que en la plaza ya se están realizando, por la noche preséntese en la puerta principal del palacio, lo estarán esperando.

Eso hice, salí para encontrar a mi dama y a las vírgenes con este extraño relato en mi mochila y un poco de la tan esperada tranquilidad.

Escrito por Faivel 1:21 a. m.
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lunes, mayo 10, 2004

Hace cinco años mi Abuela decidió tomarse un descanso. La Sala de al lado guarda un poco de las lágrimas que todavía se me van cayendo.

Escrito por Faivel 10:52 p. m.
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viernes, mayo 07, 2004

El papel sobre la mesa
 

"Seleccionar las ardillas grises, las rojas por algún motivo tienen menos carne y abundan en nervios y glándulas.

Como la carne de estos animales es dura, es necesario colgarla por las patas y dejarla allí por unos dos días hasta que se añeje. Pero cuidado cortar la cabeza antes, para la cocción de los sesos es necesario que estos estén frescos.

Una vez que la carne está lo suficientemente blanda tomar un cuchillo con mucho filo. Hacer con él un corte superficial desde la cola hasta el cuello, a continuación pelar al animal sosteniendo las patas traseras y tirando la piel, suavemente desde la cola; tomarse todo el tiempo que sea necesario, no es conveniente que la carne se desgarre, pierde sabor en la cocción.

Sacar las entrañas (depositarlas en el almacén de comida de la jauría real que está en el cubículo de hielo).

Una vez que tenemos la ardilla preparada limpiarla cuidadosamente con un preparado de vinagre, agua y sal. Guisar con papas y batatas."



Estaba apenado, taciturno, con el papel en mis manos que había arrancado de la mesa en un acto de impotencia, con la absurda esperanza de que teniéndolo cerca las letras magicamente cambiaran o se borraran..., pero mis ojos vidriosos seguían viendo lo mismo una y otra vez.

Pensaba cómo habría de explicarles a las Vírgenes lo que ya parecía una sentencia, cuando observé que el flaco Eryor se acercaba con el Cocinero Real a su lado, conversando animadamente.

Escrito por Faivel 2:02 a. m.
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miércoles, mayo 05, 2004

En la sala de al lado relato las sensaciones de mi encuentro con Lununa

Escrito por Faivel 12:48 p. m.
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martes, mayo 04, 2004

La Cocina
 

Caminábamos con prisa hacia ese lugar que el viejo coronel nos había señalado, cuando el delgado Inth Eryor cortó nuestro paso sin que pudiéramos ver de donde venía.

No hubiera querido siquiera saludarlo pero lo tenía frente a mi y sabía que un gesto al pasar no lo iba a conformar, de modo que con unas pocas frases le relaté hacia donde íbamos y por qué, mientras seguía caminando y el nos acompañaba.

- Me temo amigo- dijo el flaco con taciturna voz – que no le tengo buenas noticias –

De por si el hecho de que anticipara mas problemas no me gustaba, pero que le añadiera un tono de misterio alimentado por el suspiro que emitió posteriormente me encolerizaba. No lo habrá notado porque prontamente agregó:

- Los sesos de ardilla son un bocado exquisito para el paladar del Rey - e inmediatamente amplió – es su aperitivo preferido antes de las comidas.

La frase que siguió debe haber sido la mas desafortunada que alguna vez haya escuchado.

- Son muy ricos fritos, los ha probado? -

Se dio cuenta enseguida de su desliz o previó un desenlace lamentable ya que evitó una trompada inminente proponiendo:

- Venga, acompáñeme, conozco al cocinero del rey, esperemos que nada haya ocurrido aún

La cocina de palacio, que también era usada como en este caso para las preparación de las fiestas populares tenía una entrada con dos enormes columnas de madera de color negro en las que daba la impresión que de solo pasar cerca uno se mancharía del grasoso sebo con el que estaban recubiertas.

Pedí a la Señora del Cofre que se quedara fuera con las Vírgenes por lo cada vez mas incierto del destino de Val. Cruzamos la puerta con el posadero que inmediatamente me pidió que lo aguardara mientras iba en búsqueda del Jefe de Cocina.

El lugar en el que me encontraba era un enorme salón que se mostraba demasiado prolijo y ordenado para lo que uno esperaba de el, a un lado se observaba una pared algo húmeda que contrastaba con una gran cantidad de utensilios de bronce cuyo brillo contaba que no hacía mucho habían sido lustrados cuidadosamente.

Sin haber dado un paso desde que Eryor marchó en busca del cocinero podía observar frente a mi, una gran cantidad de hornos de leña que mostraban en sus bocas de hierro renegrido el crepitar de los troncos recién encendidos. Un poco mas allá unos piletones secos de mármol descansaban a sabiendas que serían los últimos en comenzar a trabajar. Finalmente, en el medio, grandes tablones de madera pulida eran la mesa de trabajo de los artistas de la comida que habitaban el lugar.

Sobre estos tablones, casi a mi alcance, descubrí una vieja cuchilla clavada que dejaba ver un papel al que aprisionaba fuertemente. Me acerqué, buscando algo de distracción que matizara la terrible ansiedad que la espera provocaba y leí el trozo de papel, o al menos lo intenté mientras mis esperanzas caían hasta mis pies desvaneciéndose en el camino.

Escrito por Faivel 3:16 a. m.
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lunes, mayo 03, 2004

Hacia Val...
 

La Calle de los Bueyes, que une el maloliente mercado que nos había recibido el día anterior con la Plaza Central, era una senda corta y originalmente angosta, que se ha hecho ancha a fuerza del crecimiento de la ciudad.

El camino lindero al río demostraba que había sido la primera construcción, las lajas en ese sector se diferenciaban de las otras mostrando un color mas opaco, claramente gastado, y con presencia de algunas grietas; a su lado otra senda del mismo material mostraba haber sido menos transitado, incluso las uniones entre lajas se veían claramente.

Al llegar a la plaza central de Golbew, el camino elegante finalizaba abruptamente, al mismo tiempo que el pequeño riacho giraba hacia las tierras bajas de la ciudad como no queriendo involucrarse en esta zona de reuniones populares y palacios elegantes.

En ese recodo habíamos visto desaparecer la caravana, y hacia allí nos dirigíamos presurosos. Los pasos se regaban por el suelo con fuerza, como tomando impulso para dar el siguiente. Ilul y Adaug se veían obligadas a correr para poder seguir nuestro ritmo. A medida que nos íbamos acercándonos a la plaza el transitar de pobladores y viajeros se hacía mas fluido, de hecho la antesala de los festejos ya mostraba una nutrida concurrencia en el lugar.

La Plaza de Los Reyes era una enorme extensión con forma de rombo, en el centro tenía una construcción plana de laja y piedra desde donde salían varios caminos hacía todos los extremos. Uno de sus lados ofrecía la imponente vista del Palacio Real, allí podía observarse un conjunto de guardias que se destacaban por una elegante vestimenta azul cruzada en el centro con líneas negras de forma angular que hacían punta arriba y abajo con una separación en el medio que si no existiera mostraría el contorno de la plaza en el traje.

Nos acercamos a ellos con la esperanza de que supieran cual había sido el destino final de la caravana. El primero al ver nuestra intención de conversar hizo un gesto adusto, casi brusco con el que señaló al mayor de todos ellos que se encontraba detrás. Instantáneamente se abrió la formación a nuestro paso y se dirigió lentamente hacia nosotros un hombre entrecano, de mirada seria que se presentó al instante.

- Buenas tardes – dijo amablemente – Soy el Coronel Vitalio.

Sin ninguna intención de establecer una conversación que durara mas de unos segundos respondí el saludo preguntando por el destino final de la caravana.

El Coronel Vitalio nos informó que toda la “mercadería” era recibida en la cocina de palacio cuya entrada se encontraba en la calle lateral.

Aunque, de algún modo lo preveía, esta afirmación hizo que corriera por mi espalda un frío hilo de miedo respecto al futuro de Val (el que deseaba que existiese). No quise mirar a la Señora del Cofre ni a las Vírgenes y, después de un apurado saludo al gentil coronel, enderezamos el rumbo hacia la cocina del palacio.

Escrito por Faivel 2:09 a. m.
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