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viernes, marzo 26, 2004
Reencuentro
Allí estaban, al costado del camino, … tal vez como esperándonos. Venían de tierras lejanas, del norte.
Salidos de un libro de cuentos, sentados juntos: el caballero de los dos cuerpos, la reina ambulante, la doncella de ojos de agua y los ciervos Xaqui y Xei. Recuerdo haber estado por sus atardeceres, largo tiempo atrás, cuando las vírgenes y los ciervos eran sólo sueños imaginarios. Fui cobijado por ellos, aún siendo yo un desconocido y se instalaron instantáneamente en mi interior de una manera categórica. Hoy, estaban en mi bosque, que se erguía para darles protección y se doblaba para ofrecerles calor. Las vírgenes jugaban con Xaqui, la pequeña cervatilla. Xei corría desaforado de un lado al otro con piruetas propias de un circo. Es extraño, pero sin compartir el idioma se transmitían a través de las miradas, los gestos, los juegos. Ilul sentía una particular atracción por Xaqui. Como mi bosque, yo también me preocupé de recrearles un espacio de comodidad. Improvisé una pequeña mesa entre las rocas donde poder compartir; la necesidad era estar juntos. Allí, mientras los pequeños aleteaban alrededor, hablamos mucho, como queriendo ocupar los silencios del tiempo, que la distancia nos impone. Hablamos de ellos, de nosotros, del bosque, de alegrías y pesares, del camino Eran caminantes también pero su andar había empezado largo tiempo atrás. Entendí, nuevamente, que todos nos transformamos en eternos caminantes hasta que la vida nos diga que tenemos que detenernos. El caballero de los dos cuerpos se apoderaba del eco con su voz ronca, pero el espíritu emergente de Loti, la reina, lo inundaba todo. Tenía el cuerpo ensanchado de soportar tan enorme corazón, y aunque quería ocultarlo sudaba ternura en cada gesto. Nat, la doncella, tenía una singular belleza en su rostro que enmarcaba suavemente un corto cabello pardo. Su voz se deslizaba como una melodía y llenaba de dulzura a quien pudiera escucharla. Con movimientos suaves imponía respeto, que se fundía en cariño entre la pureza de sus ojos, compitiendo en una justa infinita con los de la reina por erigirse entre los más hermosos y habrían de ganar las dos. El final nos encontró rodeados de brazos y abrazos con esa sensación de tiempo escaso y alguna que otra lágrima pidiendo permiso para entrar. Iba a pasar mucho tiempo para volver a estar con ellos, pero sabíamos que el recuerdo grabado con fuego permanecería hasta ese nuevo encuentro. Las lejanías engendran a veces sentimientos muy fuertes... y añorados. Escrito por Faivel 1:39 p. m. #
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Faivel...
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