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lunes, mayo 03, 2004
Hacia Val...
La Calle de los Bueyes, que une el maloliente mercado que nos había recibido el día anterior con la Plaza Central, era una senda corta y originalmente angosta, que se ha hecho ancha a fuerza del crecimiento de la ciudad.
El camino lindero al río demostraba que había sido la primera construcción, las lajas en ese sector se diferenciaban de las otras mostrando un color mas opaco, claramente gastado, y con presencia de algunas grietas; a su lado otra senda del mismo material mostraba haber sido menos transitado, incluso las uniones entre lajas se veían claramente. Al llegar a la plaza central de Golbew, el camino elegante finalizaba abruptamente, al mismo tiempo que el pequeño riacho giraba hacia las tierras bajas de la ciudad como no queriendo involucrarse en esta zona de reuniones populares y palacios elegantes. En ese recodo habíamos visto desaparecer la caravana, y hacia allí nos dirigíamos presurosos. Los pasos se regaban por el suelo con fuerza, como tomando impulso para dar el siguiente. Ilul y Adaug se veían obligadas a correr para poder seguir nuestro ritmo. A medida que nos íbamos acercándonos a la plaza el transitar de pobladores y viajeros se hacía mas fluido, de hecho la antesala de los festejos ya mostraba una nutrida concurrencia en el lugar. La Plaza de Los Reyes era una enorme extensión con forma de rombo, en el centro tenía una construcción plana de laja y piedra desde donde salían varios caminos hacía todos los extremos. Uno de sus lados ofrecía la imponente vista del Palacio Real, allí podía observarse un conjunto de guardias que se destacaban por una elegante vestimenta azul cruzada en el centro con líneas negras de forma angular que hacían punta arriba y abajo con una separación en el medio que si no existiera mostraría el contorno de la plaza en el traje. Nos acercamos a ellos con la esperanza de que supieran cual había sido el destino final de la caravana. El primero al ver nuestra intención de conversar hizo un gesto adusto, casi brusco con el que señaló al mayor de todos ellos que se encontraba detrás. Instantáneamente se abrió la formación a nuestro paso y se dirigió lentamente hacia nosotros un hombre entrecano, de mirada seria que se presentó al instante. - Buenas tardes – dijo amablemente – Soy el Coronel Vitalio. Sin ninguna intención de establecer una conversación que durara mas de unos segundos respondí el saludo preguntando por el destino final de la caravana. El Coronel Vitalio nos informó que toda la “mercadería” era recibida en la cocina de palacio cuya entrada se encontraba en la calle lateral. Aunque, de algún modo lo preveía, esta afirmación hizo que corriera por mi espalda un frío hilo de miedo respecto al futuro de Val (el que deseaba que existiese). No quise mirar a la Señora del Cofre ni a las Vírgenes y, después de un apurado saludo al gentil coronel, enderezamos el rumbo hacia la cocina del palacio. Escrito por Faivel 2:09 a. m. #
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