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martes, mayo 04, 2004
La Cocina
Caminábamos con prisa hacia ese lugar que el viejo coronel nos había señalado, cuando el delgado Inth Eryor cortó nuestro paso sin que pudiéramos ver de donde venía.
No hubiera querido siquiera saludarlo pero lo tenía frente a mi y sabía que un gesto al pasar no lo iba a conformar, de modo que con unas pocas frases le relaté hacia donde íbamos y por qué, mientras seguía caminando y el nos acompañaba. - Me temo amigo- dijo el flaco con taciturna voz – que no le tengo buenas noticias – De por si el hecho de que anticipara mas problemas no me gustaba, pero que le añadiera un tono de misterio alimentado por el suspiro que emitió posteriormente me encolerizaba. No lo habrá notado porque prontamente agregó: - Los sesos de ardilla son un bocado exquisito para el paladar del Rey - e inmediatamente amplió – es su aperitivo preferido antes de las comidas. La frase que siguió debe haber sido la mas desafortunada que alguna vez haya escuchado. - Son muy ricos fritos, los ha probado? - Se dio cuenta enseguida de su desliz o previó un desenlace lamentable ya que evitó una trompada inminente proponiendo: - Venga, acompáñeme, conozco al cocinero del rey, esperemos que nada haya ocurrido aún La cocina de palacio, que también era usada como en este caso para las preparación de las fiestas populares tenía una entrada con dos enormes columnas de madera de color negro en las que daba la impresión que de solo pasar cerca uno se mancharía del grasoso sebo con el que estaban recubiertas. Pedí a la Señora del Cofre que se quedara fuera con las Vírgenes por lo cada vez mas incierto del destino de Val. Cruzamos la puerta con el posadero que inmediatamente me pidió que lo aguardara mientras iba en búsqueda del Jefe de Cocina. El lugar en el que me encontraba era un enorme salón que se mostraba demasiado prolijo y ordenado para lo que uno esperaba de el, a un lado se observaba una pared algo húmeda que contrastaba con una gran cantidad de utensilios de bronce cuyo brillo contaba que no hacía mucho habían sido lustrados cuidadosamente. Sin haber dado un paso desde que Eryor marchó en busca del cocinero podía observar frente a mi, una gran cantidad de hornos de leña que mostraban en sus bocas de hierro renegrido el crepitar de los troncos recién encendidos. Un poco mas allá unos piletones secos de mármol descansaban a sabiendas que serían los últimos en comenzar a trabajar. Finalmente, en el medio, grandes tablones de madera pulida eran la mesa de trabajo de los artistas de la comida que habitaban el lugar. Sobre estos tablones, casi a mi alcance, descubrí una vieja cuchilla clavada que dejaba ver un papel al que aprisionaba fuertemente. Me acerqué, buscando algo de distracción que matizara la terrible ansiedad que la espera provocaba y leí el trozo de papel, o al menos lo intenté mientras mis esperanzas caían hasta mis pies desvaneciéndose en el camino. Escrito por Faivel 3:16 a. m. #
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Faivel...
(y sus encuentros): Desde la primera hasta la última huella del Caminante la rastreas por aquí |