![]() ![]() |
|||
|
|||
viernes, junio 04, 2004
"Lo están esperando en el palacio"
Los cuatro juglares siguieron cantando una historia tras otra que se iban transformando en ladrillos de un castillo imaginario del que nadie quería salir.
Mi voz se iba perdiendo mientras los acompañaba con dudosa habilidad pero cargado con una pasión de entrañas, de recuerdos, de emociones que en algún momento de la tarde ya noche me había encontrado abrazado con la Señora del Cofre confundiendo lágrimas con besos. Alguien apoyó una mano en mi hombro. En el tiempo que había durado el andar de los juglares, ya me habían tocado de varias formas (algunas de escasa o nula dignidad de mención y buen gusto), empujado, abrazado, apretado y en todas las ocasiones las había ignorado por entenderlas fortuitas; sin embargo en éste caso me di vuelta, no podría explicar por qué, quizás la firmeza, tal vez la insistencia, no sé. Parado detrás de mí, inamovible entre el tumulto de gente que ni siquiera había logrado provocarle una arruga al elegante traje azul y negro se encontraba el Coronel Vitalio. Con rostro adusto de esos que no dejan espacio para adivinar sensaciones y su conocida voz amable me dijo: - Disculpe, lo están esperando en el palacio - Yo creo que fue porque estaba pensando en Val cuando lo dijeron, pero hasta éste momento no había tomado conciencia de que por primera vez iba a estar sentado en la misma mesa con un rey, que además me había invitado expresamente. Que yo recordara (y no se trata de cuestiones olvidables) la única vez que había traspuesto una puerta de la casa de un rey había sido ese mismo día en la cocina y ni siquiera lo había tomado de ese modo. Las palabras del Coronel Vitalio me provocaron una extraña sensación que mezclaba el miedo con la emoción, con una ansiedad de movimientos torpes (más de lo habitual) y un orgullo, tal vez ridículo, de mentones elevados. - Gracias - le dije con un inevitable temblequeo de voz - voy a buscar a mis hijas e inmediatamente me presentó allí - - Permitamé que lo acompañe - solicitó el coronel gentilmente - es mi deber - Las Vírgenes, cansadas desde hacía rato de la música de los juglares, se encontraban jugueteando entre ellas corriendo de un lado a otro alejadas de donde la gente se agolpaba hasta perder los contornos (habiendo tomado distancia de la muchedumbre unisonante yo no entendía cómo unos segundos antes habíamos podido estar en un lugar en el que ahora sería imposible entrar). Cuando nos acercamos a las pequeñas, la mujer que nunca será mujer desapareció al instante sin dejar siquiera un olor en el aire ni una huella; su tarea estaba cumplida y en algún lugar desconocido esperaría hasta que sintiera que hacía falta otra vez. Al llegar a la puerta del palacio, el entrecano coronel nos saludó y marchó nuevamente a la plaza junto al guardia que había venido con él. La emoción de estómago ahuecado se hacía mas grande a medida que la enorme puerta de madera cuidadosamente dibujada se abría ante nosotros mientras otro guardia con uniforme parecido al anterior sólo que éste tenía las bandas cruzadas de color ocre nos decía. - Pase Señor, lo están aguardando - Palabras que escuchamos con la sordera de quien piensa en el después pero que no pudo dejar de alimentar las sensaciones acumuladas. Un paso, tan sólo un paso y estaríamos adentro, donde respuestas insospechadas nos estarían esperando. Escrito por Faivel 1:46 a. m. #
Link
Comments:
Publicar un comentario
|
Faivel...
(y sus encuentros): Desde la primera hasta la última huella del Caminante la rastreas por aquí |