lunes, diciembre 13, 2004
Últimas imágenes del naufragio
Las pesadas gotas de lluvia se empecinaban en caer con fuerza sobre el ventiluz como si quisieran romper su vidrio opaco de humedad.
En el interior, desprolijamente echado sobre un camastro de sábanas viejas y arrugadas, apenas podía verlo o adivinarlo algunos segundos, cuando una mirada desganada se colaba por ojos entrecerrados. Inmediatamente volvía a ceder a sueños de ojeras redundantes, de mentiras impiadosas y figuras desdibujadas.
Por algún lugar desconocido, una brisa fresca lograba escabullirse y llegaba hasta mi frente en forma de caricia. Era insuficiente para despertar, pero se sentía agradable.
La soledad y la introspección, son como la sed en el desierto, regalan espejismos seductores que se desvanecen al intentar tocarlos.
Siempre creí que las distancias, en cuanto a medidas se refiere, eran algo absoluto, y sin embargo aquel ventiluz, que había sentido lejano, resultó estar al alcance de la mano un día en que, quizás motivado por la brisa que se multiplicaba, decidí ponerme de pié. Allí descubrí la rendija por la que esos mimos llegaban hasta mí y algunas gotas comenzaron a salpicarme la cara.
Será que esa frescura terminó de despertarme que, al bajar la cabeza, descubrí una puerta que no había visto ni pensaba que pudiera existir. Mi brazo se hizo largo para alcanzar el picaporte y abrirla fue un acto inconsciente.
Los rayos del sol dieron de lleno sobre mi cuerpo todavía frío y no se observaba señal de tormenta alguna en el exterior. Caminé, con ganas y entusiasmo a pesar de los dolores en las piernas enmohecidas.
Con los ojos ya bien abiertos y la sonrisa de nuevo en su lugar comencé a redescubrir los colores, los tonos; y esas voces internas que solían aguijonear constantemente con sus malos humores ahora tenían un único discurso.
¡¡¡¡¡¡PARA LA PRÓXIMA COMPRATE UN PARAGUAS, IDIOTA!!!!!!
En el interior, desprolijamente echado sobre un camastro de sábanas viejas y arrugadas, apenas podía verlo o adivinarlo algunos segundos, cuando una mirada desganada se colaba por ojos entrecerrados. Inmediatamente volvía a ceder a sueños de ojeras redundantes, de mentiras impiadosas y figuras desdibujadas.
Por algún lugar desconocido, una brisa fresca lograba escabullirse y llegaba hasta mi frente en forma de caricia. Era insuficiente para despertar, pero se sentía agradable.
La soledad y la introspección, son como la sed en el desierto, regalan espejismos seductores que se desvanecen al intentar tocarlos.
Siempre creí que las distancias, en cuanto a medidas se refiere, eran algo absoluto, y sin embargo aquel ventiluz, que había sentido lejano, resultó estar al alcance de la mano un día en que, quizás motivado por la brisa que se multiplicaba, decidí ponerme de pié. Allí descubrí la rendija por la que esos mimos llegaban hasta mí y algunas gotas comenzaron a salpicarme la cara.
Será que esa frescura terminó de despertarme que, al bajar la cabeza, descubrí una puerta que no había visto ni pensaba que pudiera existir. Mi brazo se hizo largo para alcanzar el picaporte y abrirla fue un acto inconsciente.
Los rayos del sol dieron de lleno sobre mi cuerpo todavía frío y no se observaba señal de tormenta alguna en el exterior. Caminé, con ganas y entusiasmo a pesar de los dolores en las piernas enmohecidas.
Con los ojos ya bien abiertos y la sonrisa de nuevo en su lugar comencé a redescubrir los colores, los tonos; y esas voces internas que solían aguijonear constantemente con sus malos humores ahora tenían un único discurso.
¡¡¡¡¡¡PARA LA PRÓXIMA COMPRATE UN PARAGUAS, IDIOTA!!!!!!
Escrito por Faivel 2:21 a. m.
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