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martes, enero 04, 2005
Visita al Zoo
Días pasados, aprovechando que las nubes se habían esfumado y que el calor no agobiaba tanto, fuimos al zoológico con la familia. Es un paseo que hacemos bastante seguido ya que lo disfrutamos todos mientras la fuerza de las piernas existe (después invariablemente nos ganan los berrinches).
Para mí, es como si estuviera entrando en una película de fantasía donde caminar significa encontrar un conjunto de bellezas desperdigadas como un puñado de brillantes tirado al aire. Será por ésta cosa de los brillantes y sus habituales usuarias, que empecé a imaginar las características de una mujer ideal que cada uno de estos preciosos seres ofrecía (bueno el león la verdad no ofrece nada, siempre está echado como Clarence, el de Daktari). Para no romper el encanto de este juego de comparaciones, a los loros los pasé de largo aunque había unas cacatúas de brillantes colores azules y amarillos que bien podrían haber hablado de la elegancia. La elegancia. Siempre me ha resultado fino el caminar espigado de la jirafa (paquete, diría mi abuela), con su imponencia, su cabeza erguida, sus movimientos acompasados y lentos, su... (bueno por el mismo motivo en que pasé de largo a los plumíferos verdes voy a obviar el tema del habitual silencio de éstos cogotudos mamíferos). Pero sí, la jirafa me hacía ver con su porte la elegancia deseada. Yo tengo particular atracción con los tigres, me parece el animal más hermoso de todos. Tiene un andar que, aunque parezca cansino, muestra fortaleza y seducción, hasta tienta a acariciarlo por su pelaje suave y tan artísticamente colorido, pero mientras pensaba esto último, el felino bostezó y desistí de la idea. Me fui, de todos modos quedándome con su belleza sin par y su seducción. Uno no puede dejar de regocijarse cuando ve a los Bambis, su cuerpo manchado simula esas naricitas pequeñas y pecosas que siempre me gustaron y dejan una sensación de ternura continua. Me puse a pensar que también el oso panda genera una ternura similar (aunque en éste zoológico no hay) pero con su forma redondeada, conociendo un poco la psicológía femenina, se sabe que la consecuencia sería una heladera llena de productos diet (esquivados permanentemente), de modo que mejor me quedo con el bambi. No entré al acuario, y de haberlo hecho, me parece que cualquier comparación hubiera resultado de mal gusto, sin embargo creo que en las escamas de muchos peces podría haber encontrado el color de ojos ideal, quizás los neones, aunque si una mirada es capaz de transmitir con fuerza de poco importa el color que tengan las pupilas. En eso pensaba mientras una pantera me clavaba la vista con ganas de que no hubiera un vidrio de por medio. Nos reímos horrores con un pequeño chimpancé que se escondía para saborear una gelatina helada que le dieron los cuidadores y después actuó para nosotros entre balanceos de lianas y paradas en dos pies. La gracia, sin duda, es de éstos animales tan parecidos a nosotros (mas a unos que a otros). En un pequeño sector hay una granja con animales de corral, qué decir de la fidelidad del caballo o la paciencia del burro, y más allá la laguna, con los cisnes que uno suele ver más lindos por el cuento del patito feo o los flamencos que en conjunto parecen dibujar un atardecer. Tuve la mala suerte de desembocar sin querer en la jaula de los loros que tanto había evitado, no era mi intención pero ahí estaban y las nenas los querían ver. De repente, uno se acercó extrañamente y me dijo, como si supiera en que andaba mi imaginación, "la inteligencia escogela al azar, de todos modos salís ganando". No le hice caso, Uds. Saben que los loros solamente repiten lo que escuchan. Recojo el guante de éste post de Ylek y de éste otro de Diablita (sin comentarios). A comienzos del blog (allá lejos y hace tiempo) Mentecato me había pedido un post así, espero haber cumplido (o sea... los reproches a él). Salú. Escrito por Faivel 2:01 a. m. #
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