lunes, mayo 02, 2005

Una visión en el río
 

El cansancio habría sido mucho porque los cuatro amanecimos ya entrada la mañana; en ese momento, el sol pegaba de lleno sobre el arroyo provocando que un montón de montañitas de luz navegaran sin rumbo.

Cuando uno se queda mirando el agua brillante por un buen rato, comienza a ver cómo, puntos inconexos se van agrupando y crean figuras un tanto borrosas que no dejan de mutar a cada instante. Buscar la imagen anterior, no tiene sentido, como las nubes azotadas por los vientos, se desprenden y se regalan a un nuevo dueño.

Sin embargo, había una figura que permanecía inmóvil en la otra orilla del estanque. No se la veía claramente, ya que el chorro de agua de la pequeña catarata, mezclaba sus hilos de plata con las transparencias del cuerpo de aquella y si no fuera por la morena cabellera de la criatura, nadie podría notar la diferencia.

Pasé mis manos por los ojos para poder apreciarla mejor y fue en ese instante cuando un sonido de arrullo, similar al que hace una piedra al caer en el agua profunda, comenzó a escucharse. Hasta ese momento, ni las Vírgenes, ni la Señora del Cofre, habían prestado atención a mi imagen. Ellas, se encontraban preparando el almuerzo y jugando un poco con el agua de la orilla.

Recordé a los caminantes de la noche anterior, pero ya no estaban allí, apenas una fogata apagada, todavía humeante, mostraba los restos de su campamento.

Cuando el sol dejó de confundirse con el agua y empezó a descargar sus rayos en forma recta, vi claramente a la mujer del agua, pero fue por pocos segundos, ya que instantes después se zambulló para desaparecer por el resto del día.

Nosotros, una vez que terminamos de almorzar, continuamos la marcha por la orilla del riacho tal y como nos había indicado Mirzam.

En ningún momento pude dejar de pensar en la extraña y deliciosa figura matinal.

Esa noche, Ilul se acercó a mí, minutos antes de dormirse y, mientras, apoyaba su cabeza contra mi pecho, me preguntó.

- Quién era esa señora, papi -
- No lo sé, hija, no lo sé, pero estimo que pronto nos vamos a enterar - le dije, mientras sus ojitos comenzaban a cerrarse

Y así, nos dormimos, con su cabeza apoyada ahora en mi hombro y mi barbilla moviéndose lentamente para acariciarla.

Escrito por Faivel 11:09 p. m.
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