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miércoles, julio 27, 2005
Las Grutas de Jario
El amanecer de este día casi ni se sintió, el cielo, como si estuviera vestido de odio, mostraba una batalla de nubes renegridas que se empujaban entre ellas; la penumbra era solamente quebrada por ráfagas deslumbrantes que atravesaban las nubes como una daga y se deshacían en el breve segundo que duraba la explosión. Un rato después, el agua comenzó a caer como si las gotas se tomaran las manos, era imposible continuar el camino, de manera tal que nos refugiamos en las grutas de Jario. Las grutas tienen una historia teñida de sangre en la cual el hombre de la guerra había intervenido; cuando las tres niñas se alejaron un poco hacia adentro de la cueva, le pedimos que nos la relate. Por aquella época, la ciudad de Tinar, conocida como el "Ojo de Dios", ya que su única entrada se encontraba custodiada por dos enormes montañas que se arqueaban en la cima hasta el punto de casi tocarse, estaba regida por el príncipe Bened; su llegada al trono había sido una cuestión de conveniencias de algunos a los que, poco tiempo más tarde, tampoco les venía bien el elegido. De esta forma, el príncipe no había hecho mérito alguno para llegar al sitial que ocupaba ni tampoco se había esforzado en ganar respaldo mientras allí estaba. La gente y el ejército siempre habían estado en contra de su nombramiento y los poderosos lo habían abandonado. Sucedieron infinitas reuniones entre ambos bandos para encontrar un nuevo mandatario, los poderosos sabían que no era un buen momento para derrocar al príncipe sin la ayuda del ejército o el aval del pueblo y ni el ejército ni el pueblo estaban dispuestos a permitir que los poderosos decidieran el nombre del nuevo regente. No hizo falta mucho tiempo para que los poderosos se dieran cuenta que jamás iban a poder llegar a un acuerdo que los satisfaga en las reuniones, pero necesitaban de ellas para que el tiempo les permitiera elaborar otra estrategia de acción, de hecho, ya habían mantenido contactos secretos con otras ciudades ideológicamente afines y con ejércitos de mercenarios siempre bien dispuestos a pelear con furia mientras hubiese dinero. Del otro lado, tanto el ejército como el pueblo, sabían que Corsicarsa, era el hombre indicado para ocupar el sitial de privilegio en la ciudad. Corsicarsa no estaba muy convencido de ello, pero sabía que era la única forma en que ambos bandos se unirían o por lo menos lo creía... Escrito por Faivel 12:27 a. m. #
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